
MANIFIESTO
En un espectáculo extraordinario de poder y riqueza, una nueva administración se hizo cargo del país más rico del mundo bajo el control de su clase multimillonaria. Los hombres más ricos de América miraban con orgullo mientras Donald Trump se juraba por su segundo mandato de presidente de los Estados Unidos (1). Elon Musk, Sundar Pichai, Jeff Bezos, y Mark Zuckerberg se han juntado con el populismo de la ultraderecha, formando una nueva clase política superpoderosa. Otros miembros de este grupo pueden incluir el director ejecutivo de OpenAI Sam Altman, cofundador de Oracle Larry Ellison, y activista libertario e inversor multimillonario, Peter Thiel.
Algunos les han llamado oligarcas. El significado de su presencia al lado de Trump está claro: a partir de ahora, todos quienes deseen gobernar primero tendrán que conseguir su apoyo.
Estos oligarcas no son solamente tecnólogos. No son meros emprendedores. No son visionarios altruistas. Y no son los industrialistas caritativos del siglo pasado. No donarán a museos ni escuelas. No van a usar su riqueza y poder para el bien social. Y no te ayudarán a conseguir trabajo.
Estos son ideólogos, seguidores de una secta del internet que utilizan filosofía recogida de la ciencia ficción para ocultar su odio fundamental de la humanidad. Son profundamente antisocial, y perciben las características más definitorias de la naturaleza humana, concretamente las que definen quién somos como especie, como defectos (2). Para ellos, el cerebro humano se ve mejor entendido como un ordenador. Cualquier desviación del funcionamiento óptimo, como emociones o necesidades biológicas, son defectos que se tienen que eliminar. Piensa en la obsesión de los de Silicon Valley con el mejoramiento personal, y la optimización de la gestión de tiempo para la máxima productividad. O en la movida de transhumanismo, liderado por el capitalista aventura Bryan Johnson (3), que ha cedido el control de todos sus decisiones y consumos a un algoritmo en una búsqueda loca para la inmortalidad.
Son partidarios del “aceleracionismo efectivo,” una ideología que ve la tecnología como una cura para todo el sufrimiento humano y apoya el adelanto tecnológico agresivo y desenfrenado (4). Afirman que cualquier diferencia entre un ordenador y la mente humana es un error vergonzoso (5), y así debemos convertirnos en máquinas. Contar con los algoritmos y inteligencia artificial suficientemente, y empezarás a entender la existencia como una serie de probabilidades calculadas, sies y noes, unos y zeroes, y con tiempo ya empezarás a pensar y hablar como un ordenador. Igual te pondrás a comportar como uno.
Naturalmente, una ideología distinguida por su odio a la humanidad enemista a los humanidades. La inteligencia artificial, desde luego, no se puede sentir como los humanos. Así que el arte, la música, la literatura y la filosofía — todas las disciplinas que sacan la belleza desde el desorden de la emoción — son los enemigos del aceleracionista efectivo. Por lo tanto, fomentan un escepticismo hacia los humanidades y los encoge a sus funciones básicas económicas. En la utopía aceleracionista, las artes y las humanidades son desechables, y el valor social de uno se puede reducir a sus habilidades informáticas y utilidad a la industria tecnológica. Aquí, no habrá arte. Solo habrá contenido.
Tecnologista multimillonario, miembro de la junta de Facebook, y pensador importante de la IA Marc Andreessen va aún más adelante en su famoso “Manifiesto Tecno-Optimista” (6), en que aboga una filosofía de “acelerar o morir” al adelanto tecnológico y propone que los que quieran controlar la IA se les debería tratar como asesinos.
“Cualquier desaceleración de la IA nos costará vidas. Las muertes que se podrían haber evitado por una IA que se impidió que existiera es una forma de asesinato.”
Para qué sirve pagar a los artistas o escritores si una IA puede trabajar más rápido y barato? “Acelerar o morir” significa libertad total para la industria tecnológica y el dominio entero de la IA generativa sobre todos los sectores tan rápido como posible. La tecnología ya amenaza arrasar a las industrias artísticas y acoger una etapa de pobreza cultural extensa. Los traductores literarios (7) temen que su arte antiguo ya se olvidará sin que nadie se de cuenta, el trabajo asumido por las máquinas que pueden trabajar más rápido y sin sueldo. Los actores de Hollywood se han levantado para que su aspecto no se use para entrenar la tecnología que algún día les reemplazará (8), y profesores luchan contra el empobrecimiento intelectual de una generación criado por el ChatGPT (9). Mientras tanto, un diluvio de contenido de IA espeluznante, lleno de rostros casi humanos, nos inunda por todas los canales de comunicación.
Con los datos que nos han recogido por nuestra adición a sus plataformas, y el apoyo completo del gobierno más poderoso del mundo, los oligarcas están puliendo esta tecnología novedosa que promete dar a la sociedad una sacudida de escala nuclear. La inteligencia artificial generativa, aunque probablemente útil en los campos de medicina e ingeniería, se está convirtiendo en una herramienta autoritaria que lo abarca todo, que amenaza reconstruir todas las capas de la sociedad y la cultura humana en los ojos de la clase oligarca.
Su mecánico se mantiene adrede escondido al público. No se sabe precisamente cuáles vídeos, imágenes y textos están utilizados para ayudar a la IA generativa a copiar la creación humana (10). Por eso, la naturaleza de esta tecnología hace que no sea democrática. Para entrenarla, se usan lo que crean los artistas, cineastas, y cualquier persona que publica en las redes sin que sepan ni que den su consentimiento. Artistas y creadores no tienen la oportunidad de abstenerse de participar en el desarrollo de esta tecnología que pretende algún día reemplazarlos por completo.
Y no pararán con las humanidades. Los oligarcas están adelantando su agenda aceleracionista como manera de hinchar su riqueza personal. En los Estados Unidos, desharán el bienestar social (11), harán que el sistema educativo público ya fallando empeore aún más (12), despedirán los funcionarios hasta que los espacios e instituciones que gestionan se desploman desde dentro. Es decir, parques nacionales y la tierra pública (13), la ayuda extranjera, transporte público (14), y investigación subvencionada (15). Cualquier cosa que sirve el interés público o el bien común, que proporciona una utilidad social que no tenga que ver con el adelanto tecnológico ni el valor accionario para las empresas personales de los oligarcas, está vulnerable a la eliminación. En Europa, su conquista es más despacio y principalmente ideológica. Animan el apoyo para partidos ultraderechistas como la Alternativa para Alemania (16), Vox (17), y los Hermanos de Italia (18), con el propósito de que se caigan todas las democracias Europeas en las manos de autocracias amistosas a los Nazis. Sin acción radical y cooperativa por parte de los gobiernos del mundo, las fuerzas desenfrenadas del capitalismo del libre mercado inevitablemente facilitará su conquista.
No te equivoques. A pesar de la supuesta “racionalidad” de su proyecto, no hay nada racional ni moral de la ideología aceleracionista que empodera a los oligarcas. Es el odio institucional del fascismo junto con un ardor de ciencia ficción desquiciado. Es una secta de internet para los súper ricos. Un movimiento religioso apocalíptico para la época digital con la profundidad filosófica de una película de Marvel. Si los seguidores del aceleracionismo efectivo no fueran la gente más rica e influyente del mundo, la ideología se esfumaría de la cultura por completo. Solo merecería la pena mencionarlo por la gracia de su estupidez absoluta. Pero desgraciadamente, no solo tienen riqueza sin límite, sino también han infiltrado el gobierno más poderoso del mundo (19).
¿Qué razón tenemos para no creer que el proyecto del aceleracionismo efectivo tendrá éxito? Los oligarcas modernos se encargan de un sistema de prensa y comunicación que trasciende los límites lingüísticos y culturales, con que miles de millones de personas pasan una gran parte de sus vidas. Las compañías de Zuckerberg y Pichai solo usan diariamente más de una cuarta parte de la humanidad (20). Las plataformas que controlan estos hombres forman la esencia de la vida moderna. No se pueden separar de nuestro trabajo, nuestro ocio, y nuestras vidas sociales. Nos hace falta el Facebook, Instagram, YouTube, X y WhatsApp para socializar y ganarnos la vida. También las estamos desesperadamente adictos.
Pasamos horas y horas de nuestros días haciendo scrolling porque así están diseñadas las plataformas. Sus modelos de ganancia requieren que pasemos el máximo tiempo posible con ellas. Cuanto más usamos las redes sociales, más datos se pueden vender a los anunciantes, y más dinero ganan los oligarcas. La ganancia proviene de los datos, y los datos son nuestra atención. Pues no hay ninguna sorpresa de que los algoritmos que conducen las plataformas exploten nuestras vulnerabilidades psicológicas. ¿A dónde ha ido nuestro tiempo? El “scroll” infinito nos tiene mucho que enseñar. Tenemos toda la información del mundo en nuestras manos, y que vamos a hacer con ello? Pues probablemente nada, porque estamos más contentos de pudrirnos en su miseria fabricada que mirar por otro lado.
Entonces, tienen nuestra atención. Ahora que? Si cambiaran Zuckerberg o Musk la arquitectura de sus plataformas para que promoviera contenido de una ideología en vez de otra, nos daríamos cuenta? ¿Cuáles son las consecuencias sociológicas de un ecosistema de medios de comunicación que favorece el enfado en vez de la compasión, odio en vez de la empatía (21), y respuestas sencillas en vez de la análisis crítica?
Quizá las respuestas de estas preguntas nos rodean. Con la llegada de ideas una vez conspiratorias, como el escepticismo sobre las vacunas (22) y la extinción de la llamada “raza aria,” (23) a la normalidad. O en los jóvenes solitarios buscando remedio de su aislamiento, que les pilla el radicalismo que resulta en actos aleatorios de violencia horrenda (24). O en el auge mundial del populismo ultraderechista, que aprovecha las divisiones sociales para fomentar el miedo y la desconfianza. ¿Para quién? ¿Quién gana en un mundo formado por las plataformas? Sea querer o no, las consecuencias políticas del diseño de las plataformas han permitido la alianza entre los oligarcas y el estado.
El destino de su proyecto está claro. Musk, Altman, Bezos, Zuckerberg, Pichai, Andreessen, Ellison, Thiel y los demás se están haciendo Dios. Plantean su tecnología como una fuerza libertadora potente, que algún día nos llevará a un futuro de prosperidad y adelanto sin precedentes; puede incluso llevarnos a vivir entre las estrellas (25), o liberarnos de la muerte misma (26), dicen ellos. Los oligarcas y sus seguidores tecnócratas se eligieron como los directores del camino de la civilización humana. Han decidido, de parte nuestra, que está en el mejor interés de nuestra especie perseguir el adelanto tecnológico desenfrenado, agresivamente, y dogmáticamente, sin ninguna reflexión. Pero mientras persiguen sus metas fantásticas, nosotros sufriremos las consecuencias de su proyecto. Los centros de datos que alimentan sus plataformas gastan más agua y energía que pueblos pequeños (27). Nuestro planeta se seguirá pudriendo y nuestras mentes también. Curtis Yarvin, un “filósofo” del supuesto movimiento del “Dark Enlightenment” (El Renacimiento Oscuro) cuya escritura forma la base de la política de los oligarcas (Trump invitó a Yarvin a su gala de inauguración, y el vicepresidente JD Vance lo llamó uno de sus influencias personales (28)), aboga que se reemplace totalmente la democracia con una monarquía corporativa, con un “rey-CEO” que ejecutaría control completo de la sociedad en nombre de la clase multimillonario (29).
Si ese mundo te parece bien agradable y acogedor, pues sigue como hacías. Disfruta el mundo que viene que ayudaste a acoger con tu inacción.
Pero si no, pues deshazte del proyecto aceleracionista. Luchamos contra oligarcas modernos, semidioses cuya riqueza e influencia excede incluso el poder divino de las monarquías europeas del siglo XVII o los emperadores romanos. En la sombra de tal poder, la resistencia está en las manos del individuo. Y de momento, nadie te está obligando a iniciar la sesión. Puedes resistir la extracción de tus datos y tu atención. Puedes rechazar su invitación a participar en el experimento de tecno autoritarismo. Y puedes denegar a los “tech-bros” cuando nos aseguran que es inevitable que el IA vaya a dominar a todos los sectores y que por eso se tiene que acoger. No tienes que participar en su tecnología ni interactuar con sus chatbots ni permitir que sus algoritmos te desvíen la atención. Ya está surgiendo un movimiento (30). Únete.
Apágalo, sal de la casa, borra tus cuentas. Tu atención son datos y los datos son la ganancia de los oligarcas. No se les des lo que quieren.
Porque este mundo es de humanos, y es lo único que tenemos. Que siga así.
Fuentes.
13. https://www.npr.org/2025/02/28/nx-s1-5304434/what-doge-cuts-could-mean-for-national-park-visitors
14. https://gizmodo.com/amtrak-ceo-steps-down-as-trump-and-musk-threaten-to-privatize-company-2000578304
21. https://youtu.be/sSOxPJD-VNo?si=pPQ_qKaNIwReXWWL (1:16. Musk: “We’ve got civilazational suicidal empathy going on.”)
27. https://algorithmwatch.org/en/protests-against-data-centers/?ref=new-internationalist.ghost.io, https://news.mongabay.com/2024/03/critics-fear-catastrophic-energy-crisis-as-ai-is-outsourced-to-latin-america/